domingo, 23 de enero de 2011

EL PERÚ ES ARGUEDAS (*)

 Luis Maldonado Valz
Militante de Tierra y Libertad Arequipa


Y Arguedas es el Perú, pues nadie como él para ser visceralmente peruano, pues fue José María, más que cualquier otro, quien llevaba al Perú en sus entrañas. Fue Arguedas quien sintió en la piel el drama del serrano humillado y excluido, y al mismo tiempo, saber que entre todas sus sangres, corría también sangre de Misti, de señor gamonal. Nadie, tanto como él, tuvo la conciencia de dominado y dominante. Y nadie como él, para expresar la impotencia por lograr la equidad, más aún, por lograr el respeto por la diversidad cultural y por el rescate quechua. Frente a ello, no exhibía su condición de escritor; expresaba acongojado: “Yo hermano, sólo sé bien llorar lágrimas de fuego; pero con ese fuego he purificado algo la cabeza y el corazón de Lima, la gran ciudad que negaba, que no conocía bien ni a su padre ni a su madre”, aludiendo a la frivolidad  virreinal capitalina. En efecto, Arguedas fue el gran batallador americano por la identidad, por el apego a la tierra, por el enraizamiento, por la conservación y el disfrute del patrimonio cultural, tanto material como intangible. Por ello, encontró en Celia Bustamante, su mujer, y en Alicia, su cuñada, de origen arequipeño, las compañeras que llevarían más allá de los textos, sus proezas de recuperación del arte popular, de las canciones y las danzas, de la artesanía y de los ritos y mitos andinos. 
Cada uno de nosotros puede tener una percepción especial y diferente de haber sido “tocado” por la obra de Arguedas de acuerdo a las circunstancias y el contexto; pero en lo que nos identificamos todos, es en su amor al terruño, capaz de cantarle a las piedras, a las flores andinas y al vuelo de los cóndores; es su prosa la que nos conduce al sentido de pertenencia del lugar; son sus expresiones de ternura en las relaciones indígenas y mestizas, las que nos conmueven; y, es su esperanza y vigencia de una utopía que no tiene nada de arcaica, de un mundo más justo y de un futuro mejor, la que nos arrastra a compartir un sueño común.
Es una pena que, siendo Arguedas un socialista convicto y confeso, no fue siquiera entendido por los teóricos marxistas, quienes querían encapsular su obra en la rigidez de los manuales “clasistas”; eso sucedió principalmente en la presentación de “Todas las sangres”. No comprendieron que su principal contribución sobrepasaba, de lejos, los alcances de las relaciones de producción, que su canto y su proclama llegaba a los confines de la cultura peruana, en quechua y español, como un derecho tan vital como la vida. Y eso, contribuyó a su depresión; a Hugo Blanco le confesó: “Estoy mal, mis fuerzas anochecen”. En 1966, con Rosita Alarco lo visitamos en el hospital después de un intento frustrado de suicidio. Tres años después se pegaría un tiro. Ser arguediano, no significa ser un escritor de su estilo, es más que eso, es gozar y sufrir este país, es una forma de ser peruano y una forma de hacer Perú.    

* Artículo publicado en El Buho hoy domingo 23 de enero de 2011.

No hay comentarios: